sábado, abril 28, 2012

la siesta de la semilla





















Gracias Gimena por escribir este texto tan hermoso para nosotros.









El susurro mudo de la invención o la sombra de la siesta.




Sobre la muestra La siesta de la semilla de Leticia Aiello y Mariano Perarnau en Perfecta Galería.











Ese enjambre, esa jauría de nostalgia que te recubre la piel no se ve en todas las personas.

"no quiero otra noticia sino vos" (Juan Gelman)




Las tres de la tarde y el sol que pegaba fuerte sobre la piedra laja en el patio de atrás. Ni los pájaros, ni mis dos perros, se animaban a pararse ahí. Cada tanto por un costado que sí tenía sombra, alguno se acercaba con una mora manchándole la boca.
La medida del paisaje era la posibilidad en la ventana, entre las hendijas apenas de la persiana de madera bordo. En esa hora todo dentro debía estar quieto, y lo estaba, menos mi cabeza. Entonces veía avanzar finísima una bicicleta y un silbido, y pensaba que él pensaba: nadie me ve… Pero no solo lo veía sino que me iba con él, en su bici entre los sonidos de las piedritas saltando a cada lado y el fino polvillo suelto desprendiéndose al doblar para bordear la plaza.
Lo siguiente es un ruido de agua cayendo; alguien dejó una canilla abierta, me apresuro a pensar, e imagino un lugar posible. La casa de mi vecina de al lado. El agua rebalsando en un tazón de lata. El recorrido dibujando sobre la tierra húmeda. Me pregunto ahora, ¿Cómo podía escuchar tanta distancia? Yo creo que un poco lo escuchaba y un poco me invitaba a viajar con esos sonidos por esas historias.
Al ver la hermosa casualidad de silencios sonoros entre la obra de Leticia y Mariano, pienso en estas postales de mi infancia. Me gusta contar estas historias, porque en un punto son de todos. Las horas guardadas del sol sobre los techos jugando a los puntos rojos con los ojos, jugando a la valentía de quedarnos ciegos de belleza por unos segundos. Esas historias como esos paisajes, son memorias plurales. La nostalgia-feliz de todos.
Noto una cuestión de paisaje solitario, apenas habitado por un pequeño auto que avanza, por una montaña de platos entrando en la pausa luego de una sobremesa. Todos están ahí como una casualidad olvidada. Incluso puedo escuchar que los tiempos están compartidos y como cuando miraba por la ventana de mi infancia, esas aglomeraciones de imágenes me dicen en sonidos: de donde y hacia donde, y me gusta como esa música va apareciendo y generando una trama cierta y sensible. Confidente.
La fotografía de Leticia tiene un tiempo especial, es como que si estuviera abriendo una cortina y esperando que nos asomemos a una intimidad detenida , a compartir ese secreto de silencios. La composición generada entre las pinturas de Mariano y Leticia tiene ese sigilo. Una mujer de espaldas en el borde de un campo, el jardín de azules, un río quieto, las sombras rojas, los verdes, los espacios… Todo hace parte de un plan íntimo, las piezas parecen compartirse el movimiento ultra quieto. Como si no hubiera nada más verdadero. Como si en un punto cada cuadro fuera un engranaje necesario para que todo continúe. Para que se sostenga.
La vegetación que inunda la sala no responde a una geografía única pero la masa de follaje nos habla de distancias, de lejanías cercanas. Entonces es cuando, la pintura de Mariano nos trasporta a una tierra posiblemente visitada, lugares por donde seguro hemos transitado, pero que solo en estas postales necesarias, el peso del aleteo de un insecto se puede equiparar con el caudal de un río. Estamos tentados a pensar que estos son lugares que para encontrarlos, uno tan solo tiene que perderse.
Hace un tiempo leí un hermoso cuento japonés, me sorprendió como una situación tan honda, tan sensible y tan importante sucedía entre dos pestañeos. Siento que la siesta de la semilla detiene ese efímero pestañeo y nos lo comparte, dejando el espacio justo para que cada uno de nosotros dotemos de sensibilidad, poesía y anécdota cada lugar. Como escribió Basho; Tu poesía surge por sí sola cuando tú y el objeto se ha vuelto uno. La experiencia, se agradece.

Por Gimena Castellón Arrieta

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6.-Extractado de Zen,Sabiduria Esencial; Colección Letra Viva, pág. 70
Editorial Troquel S.A 1995 Argentina.